Misiones, Corrientes y Entre Ríos en 2015. Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires en 2016. La Pampa, Buenos Aires y Córdoba (otra vez), Tucumán, Catamarca, Formosa y Salta en 2017. Argentina sufre cada vez más inundaciones y desde el poder (empresario y político) se responsabiliza al clima y a la falta de obras hidráulicas. “Sembramos soja hasta en las macetas y eso nos está afectando”, sinceró Ricardo Alessandro, intendente de Salto, parte de la Pampa Húmeda bonaerense que quedó bajo el agua. El desmonte, el agronegocio y el cambio del uso del suelo. Y el gobierno que propone más transgénicos y subsidia a los productores de soja.
EL PAÍS COMO MACETA
Las inundaciones se explican como exceso de agua en un sistema que tiene ingresos y egresos. Ejemplos: lluvias o derivación de agua de otras fuentes y (egresos) usos para actividades producti- vas, consumo humano y evaporación. Ante cada inundación, se suele apuntar sólo al ex- ceso de lluvia.
“Las lluvias golpearon al 30 por ciento del campo bonaerense”, fue el título catástrofe del diario La Nación el 11 de abril. El ministro de Agroindustria bonaerense, Leonardo Sarquís (ex gerente de Monsanto) precisó que fueron afectados 37 partidos en los que se producen soja, maíz, carne y leche.
Nicolás Bertram trabaja en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria). En 2016 difundió su investigación Ascenso de napas en la región pampeana: ¿Incremento de las precipitaciones o cambios en el uso de la tierra? y confirmó el preocupante ascenso de las napas freáticas, producto de la acumulación de agua subterránea. Anali- zó la situación en Marcos Juárez (zona tradi- cional del agro cordobés). Afirmó que el régimen de lluvia se mantuvo estable en los últimos 40 años y que el cambio fue otro: la distancia entre la napa y la superficie es cada vez menor. En cuatro décadas pasó de ubi- carse a diez metros de profundidad a estar a menos de un metro.
“Los suelos están saturados, no pueden absorber más. Es como si antes teníamos una maceta grande y echábamos un balde de agua. Ahora la maceta es diez veces más chica pero echamos el mismo balde de agua”, explica. El gráfico es éste: un predio con monte nativo infiltra o absorbe 300 milímetros de agua por hora. El mismo campo pero con pasturas (donde hay ganado), 100 milímetros. Un campo con soja apenas infiltra 30 milímetros. Bertram confirma que allí está la clave del ascenso de la napa y, ante lluvias, fuertes el anegamiento es un hecho.
Cuando difundió su trabajo, muy crítico al agronegocio, autoridades del INTA relativizaron su investigación: son públicas las posturas pro-agronegocios de las autoridades de la mayor institución técnico-oficial del campo argentino.
Esteban Jobbágy, investigador de la Universidad Nacional de San Luis y del Conicet investiga hace quince años el impacto del uso del suelo en las napas y suele ser invitado a congresos de empresas del agro (Aso- ciación de Productores de Siembra Directa, espacios de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola y Fertilizar -ONG financiada por empresas del agro-). Allí alerta, desde hace al menos diez años, que uno de los principales problemas del agro son los excesos hídricos, como llaman a las inundaciones o anegamientos.
Jobbágy cuenta con más de veinte publicaciones científicas que dan cuenta del fenómeno. “La creciente dominación de cultivos anuales (por ejemplo, soja o maíz) sobre pasturas o pastizales han llevado a los lotes pampeanos a consumir una me- nor cantidad de agua por transpiración y hacerlo hasta profundidades menores del suelo, favoreciendo el acercamiento de las napas a la superficie”, explicó.
En noviembre pasado escribió un artículo de divulgación científica para la Facultad de Agronomía de la UBA. Fue tajante: “En poco tiempo, las napas a menos de 50 centíme- tros de la superficie podrían poner en jaque a la producción agropecuaria”.
Asistencialismo VIP
"El árbol es una bomba extractora de agua”, explica Ernesto Viglizzo, del INTA La Pampa. Con más de treinta años de trabajo en la institución, no es un investigador crítico del modelo de agronegocios, pero remarca el impacto de eliminar el monte. Su testimonio aparece en el documental encabezado por Jobbágy, Río nuevo, que revela la aparición de cursos de agua en Villa Mercedes (San Luis).
En documental, que está online en Internet, suma voces de productores, vecinos, técnicos, investigadores de universi- dades y, vincula el ascenso de napas, los excesos hídricos y el modelo agropecuario.
Incluso filmaron mediciones de humedad en un campo de soja, encomparación con los registros obtenidos en una parcela de monte nativo. La diferencia es muy gráfica: el campo transgénico tiene más agua que la zona con árboles.
Las pasturas transpiran (evaporan) 1075 milímetros al año, mientras que cultivos como soja y maíz sólo transpiran 680 milímetros. La diferencia de agua perma- nece en la tierra, eleva la napa y facilita a inundación.