El pasado 30 de noviembre, la confederación internacional Oxfam publicó el informe Desterrados: tierra, poder y desigualdad en América Latina, como parte de una serie de documentos dirigidos a contribuir al debate público sobre políticas humanitarias y de desarrollo.
En el documento, dicha confederación –que se compone de 20 organizaciones– plantea que para combatir la desigualdad en América Latina es necesario abordar la extrema concentración en el acceso y control de la tierra y en el reparto de los beneficios de su explotación.
El texto se divide en seis secciones:
- ¿Por qué la tierra?
- Más tierra en menos manos.
- Un modelo basado en la acumulación.
- ¿Quiénes dominan la tierra?
- Mayorías rurales entre el abandono y la persecución.
- Políticas públicas: ¿en interés de quién?
De acuerdo con la introducción del mismo, cada parte se desarrolla de la siguiente manera:
La primera sección analiza la desigualdad en torno a la tierra desde varios ángulos, así como sus implicaciones en distintas esferas de la vida, especialmente lo que representa para los grupos más vulnerables y sobre todo para las mujeres. También analiza cómo la lucha por la tierra ha sido el germen de conflictos armados y al mismo tiempo un elemento imprescindible para alcanzar la paz.
La segunda expone la dimensión actual del problema de la extrema concentración de la tierra, basándose en los datos más recientes disponibles que permiten trazar la brecha en el acceso y control de la tierra agrícola en los diferentes países y en el conjunto de la región.
La tercera sección profundiza en la expansión acelerada de los usos extractivistas –incluyendo la extracción de minerales e hidrocarburos, el aprovechamiento forestal, la agricultura industrial a gran escala y la ganadería extensiva– sobre los territorios campesinos, afrodescendientes e indígenas y las áreas naturales; y cuestiona la injusta distribución de los impactos y beneficios que se obtienen de explotar la tierra y los recursos que alberga.
Las siguientes secciones se aproximan a un análisis de poder centrado en los actores con intereses y derechos sobre la tierra. La cuarta se enfoca en las élites que concentran el poder económico y político, tanto en el ámbito nacional como en el global. Mientras que la quinta se centra en los grupos cuyos derechos están más desprotegidos y que carecen de suficiente representación política: las mujeres rurales, subordinadas a un poder patriarcal; los pueblos indígenas y afrodescendientes, cuyos territorios son invadidos y degradados por el avance del modelo extractivista; y los movimientos campesinos, perseguidos y criminalizados por defender su derecho a la tierra y sus medios de vida.
La sexta sección profundiza en las políticas nacionales que, bien por acción o por omisión, crean el caldo de cultivo para la desigualdad en el acceso y control de la tierra. También expone algunos mecanismos de captura del Estado por los cuales las élites perpetúan su dominio a costa de los derechos de las mayorías.
Y para concluir, se formulan algunas recomendaciones de carácter general que pretenden ser elementos para la discusión sobre cómo avanzar hacia sociedades más justas donde el interés público limite el poder de las élites, donde la tierra y otros recursos productivos se encuentren mejor distribuidos y donde los derechos de todas las personas no solo estén reconocidos en el papel sino también protegidos de forma eficaz.
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